lunes, 26 de mayo de 2014

ENCADENADOS (NOTORIOUS)


                                    

Una cosa os digo, camino, lo sé, del siniestro horizonte
que aguarda a los antagonistas: hay nazis buenos y nazis malos,
y agentes de la CIA buenos y malos, y si no miradnos a los tres
bajando por la eterna escalinata de mármol de mi mansión,
entre mi zapato y cada escalón dilatándose mi negro odio a Devlin,
mi amor truncado por Alicia, la sucesora de Mata-Hari,
y mi blanco miedo por mis colegas, que nos observan desde el vestíbulo,
sí, miradnos a los tres: a mí, Alex Sebastian, el réprobo más romántico,
en cuyos sentimientos han cifrado ellos dos su código secreto,
mirad al noble Devlin, que se la lleva al hospital para purgarla del veneno
y de las huellas que en su piel hayan dejado mis manos apasionadas,
pero que ha permitido que su amada haya sido la inquilina de mi cama
con tal de decorarme la casa con ojos y orejas que espiaran mi vida,
y miradla a ella, Alicia, de la que hace años me enamoré en Washington,
y con cuya cabeza hasta reencontrarla he soñado aureolada de llamas:
su rostro no ha dejado de subir y bajar por el profundo pozo de mi deseo,
ni su busto de relucir contra el sol que no se ponía de mis esperanzas,
cuatro delirantes años viviendo de visiones, muriendo de ilusiones,
proyectando su silueta a través de la lente opaca de mis ensoñaciones,
pero también en la desenfocada pantalla de mis obsesiones sensuales
y combinándola en las infinitas variaciones de mis fantasías,
cuando hace dos meses, tras tanto soñarla en una cabalgada tras otra,
me la crucé en la hípica sobre un bayo, y vi su cabeza oscilando
contra el juego de las palmeras y las olas, la gloria del sol y el mediodía,
su cabeza coronada por aquel fulgor de fuego con el que la había soñado,
y mi deseo se desbocó en la pista como un semental sin freno.


Reanudamos relaciones y creí encantarla con mi apostura,
encandilarla con mi galanura, arrebatarla de pura locura,
porque a su lado yo me veía más alto, más guapo, menos nazi,
casi tan atractivo como ese maldito Devlin, que en las fiestas
surgía como una nota falsa de la orquesta, un vino picado,
un elemento discordante, un mueble que no casaba con el ambiente.
Alicia y yo nos casamos, fue como si la propia vida al fin me aceptara,
y como alianzas los días nos enlazaron en aros de dicha,
menos mi madre todos admiraron su belleza de Walkiria,
tan ingenuos como yo, que en vez de escrutarla a la luz de la razón,
a contraluz la veía recortada en la falaz transparencia de mi alegría,
erguida contra el sol deslumbrante de la felicidad cumplida,
o tendida en la penumbra vertiginosa de los amores consumados.


Ciego de placer no la veía tergiversar razones y amputar cajones,
ebrio de dicha no la veía profanar armarios y manipular llaves,
descifrar claves, enmadejar excusas, urdir tramas de araña,
mi dicha volaba como un globo que se me escapara de la mano
o henchido de orgullo más bien era yo mismo ese globo que subía
hasta que de un tirón mi madre me bajó del arcoíris al polvo:
me había casado con una espía de la CIA,
(la miré mientras dormía: sentí en las venas una oleada
idéntica a la de la noche de bodas, pero para matarla)
y este Devlin es su amante y su enlace, un agente pero no de viajes,
cada vez que los veía de lejos, en la embajada o en el hipódromo,
a través de los perspicaces prismáticos de mis celos,
los unía un vínculo invisible, como si estuvieran encadenados por el deseo,
y sabía que pronto, -hace un instante-, los descubriría en la cama,
y ahora baja abrazado a ella como una hiedra o la Hidra,
amenazándome con delatar mi incompetencia a mis cómplices
si no los dejo salir a la luz del día, al resplandor de la vida.
No le temo a la sombra de la muerte, y si no fuera por mi madre,
que sale de su dormitorio y me anima a dejarlos partir,
ya que de todos modos mi amor me ha matado en vida,
me gustaría que a los tres nos habitase la misma noche,
porque una cosa os digo a vosotros, que nos veis aún en esta escalinata:
en la vida no hay buenos ni malos como en las películas
y los nazis podemos amar a alguien incluso más que a la muerte.

             

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