martes, 4 de agosto de 2015

RED ARMY


                 

El cine ha muerto. Esta suele ser la frase que acompaña a esos pájaros de mal agüero que se empeñan en vaticinar el final de un arte, que si bien es cierto ha visto minusvalorar sus resultados globales en los últimos años, sigue resplandeciendo gracias a alguna que otra perla cincelada por los nuevos forjadores de sueños contemporáneos. Igualmente se dice que cuando el cine de ficción atraviesa por una crisis de inspiración, el documental por el contrario se halla en su época de mayor esplendor. Y este dogma se ha hecho realidad en los últimos años. Porque el cine documental ha sido sin duda el género que ha sostenido al cine en estos últimos tiempos. 

El documental fue siempre el hermano pobre del cine. Y es que a pesar que el cine nació con una película documental, pronto olvidó sus orígenes para derramar su esencia hacia ese margen que ha hipnotizado a los espectadores de todas las épocas: su capacidad de recrear en universos idealizados historias de ficción que trataban de inspirar ciertas representaciones de una irrealidad inalcanzable para el público observante. Porque el cine siempre jugó ese papel de válvula de escape que permitía durante un par de horas desprenderse de las miserias y penas a un público que acudía a las salas a contemplar esas historias evasivas de toda realidad cercana. Precisamente, la realidad más cercana, es el eje que hace aflorar el mejor cine documental irradiando en pantalla esa cara oculta que la sociedad se empeña en esconder con el fin de evitar sacar a la luz sus vergüenzas. Es por eso que el documental siempre será un instrumento imprescindible como vehículo de denuncia de las miserias, mezquindades y desgracias que persiguen al ser humano desde el principio de los tiempos. 

El documental ha habitado diversas etapas de muy diversas índoles. Así, si en los albores del cine dicho género era el cine en sí mismo reflejando pequeñas escenas cotidianas nunca vistas a veinticuatro fotogramas por segundo, poco a poco los pioneros de este género fueron insertando una simiente distintiva construyendo de este modo narraciones que inspiraban sus paradigmas en el cine de ficción pese a la realidad de las imágenes captadas. También tocó los laberintos de la poesía, gracias a esos documentales líricos creados en la Nouvelle Vague por ese poeta de la imagen que fue Chris Marker. O el falso documental, como el vanguardista F for Fake de Orson Welles. Y así un largo etcétera, ya que documentales los ha habido cómicos, de suspense, dramáticos, neorrealistas, surrealistas, de terror… e incluso malos.

                  

El 2014 está repleto de magníficas joyas adscritas al género, si bien para un servidor sobresale la extraordinaria Red Army. ¿Qué es lo que me cautiva de este extraño documental? Pues eso. Su envoltura de absoluta rareza, iniciada en el hecho de ser una co-producción entre los dos antiguos enemigos que protagonizan la trama: EEUU y Rusia. Así, un simple vistazo a la portada del DVD que tengo ahora mismo delante de mí, así como a la sinopsis que reviste su reverso, podría hacer pensar que nos vamos a encontrar con el típico documental deportivo que ensalza la figura de una antigua estrella, retratando esos avatares y luchas que forjaron el éxito del protagonista en su actividad deportiva. 

Igualmente, un punto fascinante y enigmático del film, reside en centrar la trama del mismo en un deporte absolutamente desconocido en España como es el Hockey sobre hielo. El desconocimiento alrededor del mismo adquiere connotaciones épicas a medida que la película va desarrollando su complejo argumento. Porque Red Army, se destapa como un divertido viaje colmado de suspense y cierta ironía alrededor de los turbios y decadentes parajes que derivaron en la intrigante Guerra Fría que puso en peligro de extinción al ser humano a lo largo de casi tres décadas de conflicto en la sombra. 

Porque Red Army es ante todo un tratado que refleja la tiranía, la desconfianza y las deslealtades que emergieron en esta oscura época de la historia, a través de las vivencias del por aquel entonces llamado Dream Team del Hockey sobre hielo: la selección soviética capitaneada por el frío y tenaz zaguero Slava Fetisov. Así, la película parte de la entrevista mantenida entre el director del film Gabe Polsky y el mencionado Fetisov, que se muestra en estos primeros compases como un hombre algo cínico, distante y recatado. Quizás un temperamento algo agriado debido a su actual cargo como ministro en el gobierno de Putin.

                  

En este sentido, la película arranca en sus primeros minutos como un documental de tipo biográfico que capta y describe los inicios del legendario Red Army, la selección nacional de Hockey de la Unión Soviética. Una escuadra tocada por la varita mágica de la conjunción de talento gracias a las enseñanzas de un viejo entrenador para el que el Hockey era más que un deporte un arte en el que verter gotas de inspiración de ballet clásico así como unos inspiradores ingredientes humanistas, convirtiendo así a sus alumnos en un engranaje donde cada pieza era esencial para el mantenimiento de la cadena de montaje y éxito. 

Sin embargo, Red Army exhibirá como los triunfos de este equipo legendario fueron absorbidos por la maquinaria propagandística soviética, que convirtió a su equipo de Hockey en un emblema del triunfo de la doctrina comunista sobre la capitalista. De este modo, por orden de los poderes fácticos comunistas, fue nombrado seleccionador un agente de la KGB que se encargó de instaurar en los entrenamientos la firmeza, autoridad y carácter beligerante propios de la agencia de espionaje, demoliendo pues ese punto de belleza, compañerismo y amor al deporte que había construido el mentor del Red Army original.

                

A partir de este momento la trama avanzará como una especie de parábola que compara la caída en desgracia de los héroes nacionales soviéticos con la corrupción, control extremo y desfachatez que provocó la caída del comunismo a finales de los años ochenta. Y este viaje, lejos de ser fotografiado con ánimos de revancha o realismo extremo, es retratado como una especie de cuento colmado de intriga, misterio y ciertas dosis de humor. Hecho que convierte a Red Army en una innovadora propuesta que jamás cae en los terrenos de la demagogia y el recurso fácil de caricaturizar al enemigo. 

Al contrario. Red Army es un documental robusto, terriblemente entretenido que refleja los sin sabores que sufrieron esos héroes que se convirtieron por obra y gracia de los derroteros políticos en villanos cuando la conciencia individual trató de vencer a la opresión colectivista. Y bajo esta historia de lucha individual, Polsky dibujó igualmente el carácter opresor, confuso y tenebroso de una Unión Soviética que abandonó los dictados que centraban su mirada en el desarrollo del hombre para abrazar los dogmas de la adoración al sistema aún cuando dichos rezos fueran en contra de la racionalidad que marca el sentido común. 

Si bien la cinta recorre los parajes del cine documental, Polsky introduce en el montaje ciertas técnicas derivadas del cine de ficción. De este modo, la cinta adquiere la forma de un docudrama de suspense que esquiva el hermetismo inherente al cine documental para inyectar ciertas gotas de vigor narrativa que engalanan el resultado final de una obra tan contundente como inolvidable que se encuadra entre las mejores películas brotadas en la cosecha de cine de 2014.


Autor: Rubén Redondo.


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