sábado, 28 de noviembre de 2015

SOFÍA LOREN Y MARCELLO MASTROIANNI


                   

Bajo esta lluvia de confeti, Marcello, nuestras películas siguen brillando.
No te esperaba aún, Sofía, en esta noche de cristal solo anclan los que han muerto.

En este fulgor de nieve y oro hemos acabado como todos creían, juntos.
Lástima que aquí, en el esplendor de los mitos, no palpite el tacto, lo físico.

La química, la reacción de nuestra mezcla, hacía creer que éramos pareja.
Ojalá se hubiera cumplido aquella conjunción astral que el público preveía.

La magia de la ficción realizaba la posibilidad de nuestra unión.
Como en un mundo paralelo estuvimos casados en el imaginario colectivo.

Desde aquí se destiñe como una mendiga mi infancia de hambre y miedo.
Las leyendas, Sofía, no sufrimos miserias salvo en la lente de De Sica.

Mi pubertad floreció como una rosa en el desierto de la posguerra.
Yo tenía piernas de alambre, y calambres, y no cosquillas, entre las costillas.

Romántico y dinámico, Marcello, pronto fuiste el ideal del italiano medio.
Tallada de sueños como una estatua volcánica saliste del Mediterráneo.

Te conocí en lo alto de una escalera, no de la fama; eras un taxista, yo una ladrona.
En Cinecittà nuestra amistad fue un cachorro leal y divertido, no hubo más.

Siempre cómplices, amantes en dos dimensiones, en la tercera nadie me tocaba.
Sofía, sol oscuro, loba de lava, fantasía de mirra y de la luna nueva.

Gracias: Ayer, hoy y mañana serás un galán, jovial e intemporal.
Si aquí volvieras a hacerme aquel striptease estas luces girarían en frenesí.

En dieciséis cintas nuestras sombras aún ruedan como estrellas gemelas.
Sí, fuiste Mujer del Cura, Viuda Indomable, Bella Campesina…

Y tú el donjuán de la modernidad, sardónico, tragicómico, melancólico.
Solo un muñeco que se movía al compás de los cambios, decía Federico.

No solo simpático o superficial, desde Ocho y Medio un icono intelectual.
Isla vestida de mujer, yo habría sido tu istmo a cualquier península o edad.

¡Quietas las manos! Estamos en una intersección del tiempo con la eternidad.
Es verdad, aquí nos enfocan luces de proyectores que no se apagan.

Somos estrellas, confórmate con caricias al celuloide y besos al aire.
En estos destellos de gloria añoro los canelones, los cigarrillos, tu carne.

Contra un fondo en blanco y negro brillamos, pareja del cine italiano.
Un Matrimonio a la Italiana, al menos nadie recordará a tu marido Carlo.

También él brillará con letras de oro, el penúltimo en los títulos de crédito.
Repito, ojalá el lujo de nuestro idilio no hubiera sido solo cinematográfico.

Tenías a la Deneuve y a la Cardinale, por no hablar de tu mujer.
Cary Grant y Marlon Brando deshojaron sus esperanzas a tus pies.

Como no fui hija de nadie, quería que mis hijos tuvieran una madre.
Espero que tardes en volver, ciao, te guardaré un sitio a mi lado.

Has vencido al tiempo, en esta tela de fantasía y lentejuelas.
Aquí te espero, mujer más bella que Italia, que la vida.



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