miércoles, 29 de noviembre de 2017

ODA A LUIS BUÑUEL



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Luis Buñuel, alacre alacrán del desierto aragonés,
aragonés –y sordo- como Goya y Servet,
pero también como Sade y Voltaire francés,
orate, blasfemo orante con palabra de acíbar, de hiel,
padre de Nazarín de Nazaret,
no hay más que verte, enemigo de los clichés,
tus rasgos parecen tallados a troquel,
tienes una cara excavada en cristal de roca o piedra pómez,
como una cuchilla el filo de tus planos corta la pupila de la cámara,
tienes aspecto de sacristán
con el corazón embadurnado de chocolate o alquitrán
pero con tu lente enfocas la disección de una clase social,
tienes ojos de besugo putrefacto
pero en el abierto párpado blanco de la pantalla
enhebras tus tranquilas obsesiones, tus obvias contradicciones,
tus deslumbrantes revelaciones, tus sombrías iluminaciones,
apóstol apóstata, ateo maniqueo,
tu vida es un puente de lianas entre los jesuitas y los surrealistas,
Breton destazó el vientre de una nube preñada de halcones
para mostrarte las vísceras de la luna que San Ignacio te ocultaba,
Buñuel, hereje iluminado, mártir de productores,
truculento humanista, cineasta tremendista, fetichista,
español esencial, bestial, irracional, visceral,
pionero del documental,
excavaste un túnel secreto de Los Monegros a Las Hurdes,
agraciado con el don de la inoportunidad,
antisentimental, anticonvencional, para ti lo moral es inmoral,
explorador de la mente,
revelaste los atajos del inconsciente, lo desbrozaste
con el filo de tus imágenes, un machete
que corta las lianas y malezas de la culpa,
descubridor del caudal del deseo, un río con cabellos por algas,
del horizonte espejeante de espejismos de la psique,
de los monstruos y cambiantes paisajes del subconsciente,
de los montes de la rebelión y los valles de la depresión,
entomólogo de hombres avispa, de psicópatas inocentes,
cartógrafo exacto del vago país de los sueños,
cronista de las grandezas y miserias de los solitarios
Simón, Robinson,
pintor en tabla rasa de tonos pardos, grises, ocres,
realista y surrealista, Mirbeau y Dalí,
compusiste la descomposición de un burro,
un desgraciado que acarreaba el piano de sus culpas,
un obispo mitrado y defenestrado,
el guarda de un añoso bosque que mata a su retoño,
surrealista y realista, Aragon y Galdós,
a través de la ceguera de los hombres delatas la ilusión de Dios,
a través de la tristeza de los niños la crueldad de los adultos,
a través de un náufrago sabio las injusticias de la civilización,
Buñuel, antiburgués,
sacrílego celebrante de liturgias, esas muletas del poder,
profano artista que profana los cadáveres de los ritos y costumbres
pero amante de los misterios, incluso los de Dios,
de un manotazo descubres la estatua terrible del amor,
el ángel que con una espada alienta en nuestro interior,
desvelas el busto del deseo en movimiento y libertad,
maestro de la antítesis, de la perífrasis, de la antífrasis,
del sí pero no y quizás sí,
recreador de Tristana y de su hermano Nazarín,
autor de películas mexicanas que no parecían mexicanas
sino universales,
la última de ellas ni siquiera película sino pesadilla,
hipnotizador de los espectadores con el ballet de los actores,
con el dinamismo de las imágenes y de la cámara en movimiento,
Luis Buñuel, jefe de pista
que abre la jaula de las insaciables fieras de la imaginación.