lunes, 22 de enero de 2018

LA NOVIA DE FRANKENSTEIN


               

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Fruto de mi amor por la muerte, Frankenstein,
las cruzadas tibias chasqueando bajo la risa de la calavera,
hijo de mis nupcias sobre la tabla del laboratorio como una lápida,
las tibias entrechocándose a ritmo de pianola de prostíbulo,
de tambores de patíbulo,
como un padre te di mi apellido, Frankenstein,
hijo del loco dios, del amo del rayo y del trueno que fui yo,
humano monstruo, demasiado humano:
Frankenstein, enemigo del fuego, eres horrendo y portentoso,
voraz y sensible, torpe y fatal,
pero también víctima, solitario y desolado,
necesitado del calor de la amistad, temeroso del frío de la soledad,
te concebí a imagen y semejanza del hombre,
engendrado por mis amores en un catafalco con la dama pálida de luto,
padre de nadie, eres el único hombre cuya madre es la muerte,
cuando ingresaba al laboratorio alguna joven bella y morena,
mis ayudantes la recibían con risas, ella me miraba y yo la reconocía:
era la muerte,
cuando una doncella era admitida en el servicio del palacio de mi padre,
los criados la saludaban, bruna y risueña me guiñaba y yo la reconocía,
cuando una prostituta nueva llegaba en el carro engalanado,
cuando una enfermera, cuando una viajera, cuando una posadera,
la muerte era la mujer que yo encontraba en todas las mujeres,
Frankenstein, encarnado por el polvo de los muertos,
eres un ejemplo de que la muerte es vida y la vida muerte.
                   
Pero sabes que reniego de ti, ya no te reconozco,
hijo bastardo, malnacido, maldecido,
te odio como un novelista a su auto destructivo alter ego,
eres hijo de mi pecado y pareces mi hermano, mi aliado,
ser de pesadilla,
ojalá no me hubiera atrevido a profanar como una tumba
los secretos de la vida,
ojalá te hubieran linchado, obra de mi osadía,
cuando en mi noche de bodas me creyeron muerto,
en mis nupcias con Elizabeth, no con la muerte,
quisiera que no existieras,
pero ya llegas con la jauría en tus pasos de tus sentimientos heridos,
con las órdenes de Pretorius en los troncos de tus brazos sonámbulos,
con la venganza que como la sed con un tornillo te ensarta la garganta,
con el castigo en tus ojos acusándome de haberte dado herencia de despojos,
ya llegas con la amenaza batiendo en el estrépito de tu sombra,
con tu exigencia desbordante de que te componga una semejante,
una novia que sea tu hermana incestuosa, otra hija de la muerte,
una novia a la que una tormenta desencadene la vida,
una novia fecundada por un relámpago que horade el vientre de una nube,
una novia con el corazón eléctrico y el cerebro palpitante,
una novia a la que un trueno le descerraje la primera palabra articulada,
una novia con el cuerpo de una muerta y el alma de la lluvia melancólica,
una novia que demuestre que la vida es muerte y la muerte vida.





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